viernes, 23 de marzo de 2012

MANIFIESTO POSTFOTOGRÁFICO DE JOAN FONTCUBERTA

Por un manifiesto posfotográfico

La posfotografía habita internet y sus portales, es decir, las interficies que hoy nos conectan al mundo | Hoy Alonso Quijano no enloquecería leyendo novelas de caballería sino frente a una pantalla de ordenador | Las fotos ya no recogen recuerdos para guardar sino mensajes para enviar e intercambiar

Cultura | 11/05/2011 - 03:31h
JOAN FONTCUBERTA
Asistimos a una revolución fotográfica sin precedentes. Pero no es sólo cuestión de píxels. ¿Quién es hoy el fotógrafo? ¿Por qué hace las fotos? ¿Cuáles son sus usos o cómo se utilizan y circulan? Joan Fontcuberta reflexiona sobre estos interrogantes
Portada del suplemento Cultura|s del miércoles 11 de mayo de 2011
EL AUTOR
  • Joan Fontcuberta (Barcelona, 1955) es fotógrafo y ejerce también de crítico, profesor o ensayista. Ha recibido el último Premi Nacional de Arts Visuals “por su papel determinante en la cultura fotográfica contemporánea a través de sus múltiples actividades” a lo largo de más de treinta años. En sus trabajos de creación y reflexión ha analizado, entre otros, los conflictos entre imagen fotográfica y verdad
El síndrome Hong Kong
Uno de los principales periódicos de Hong Kong despidió hace poco a sus ocho fotógrafos de plantilla que cubrían la información local; a cambio distribuyeron cámaras digitales entre el colectivo de repartidores de pizza. La decisión empresarial  era sensata: es más fácil enseñar a hacer  fotos a los ágiles y escurridizos pizzeros que lograr que los fotógrafos profesionales sean capaces de sortear los infernales atascos de Hong Kong y consigan llegar a tiempo a la noticia. Los portavoces del sector, obviamente, se rasgaron las vestiduras: ¿cómo es posible que se renuncie a la calidad que garantizan profesionales con experiencia? Pero hay que convenir que más vale una imagen defectuosa tomada por un aficionado que una imagen tal vez magnífica pero inexistente. Saludemos pues al nuevo ciudadano-fotógrafo.

Se desprende de este reciente episodio de darwinismo tecnológico un cambio de canon fotoperiodístico: la velocidad prevalece sobre el instante decisivo, la rapidez sobre el refinamiento. En las épocas heroicas del reportaje fotográfico los reporteros disponían de tiempo y recursos. Cuando National Geographiccelebró su  centenario, en el editorial del número especial se vanagloriaban de poder ofrecer a sus privilegiados colaboradores unas condiciones óptimas de trabajo: asistentes, helicópteros, hoteles lujosos… Por término  medio, en cada reportaje de encargo se disparaban 27.000 fotos de las que terminaba publicándose una exigua docena, la cual había de ser forzosamente la requetehostia. Pero esos años de despilfarro han pasado, empujados por los efectos de un mercado cada vez más competitivo y por la inmersión en una nueva mediasfera. Se ha hablado mucho del impacto que la irrupción de la tecnología digital supuso para todos los ámbitos de la comunicación y de la vida cotidiana; para la imagen, y la fotografía en particular, ha significado un antes y un después. Se puede comparar a la caída del meteorito que condujo a la extinción de los dinosaurios y diopaso a nuevas especies. Durante un tiempo, los dinosaurios no fueron conscientes de la colisión y vivieron felices como testigos pasivos –y pasmados– de los cambios que se operaban en su ecosistema:  las nubes de polvo no dejaban pasar los rayos del sol con consecuencias letales para vegetales y animales. Hoy palidece una fotografía-dinosauria que está dando paso a secuelas mejor adaptadas al nuevo entorno sociocultural.

Del síndrome Hong Kong aprendemos que hoy la urgencia de la imagen por existir prevalece sobre las cualidades mismas de la imagen. Esa pulsión garantiza una masificación sin precedentes, una polución icónica que por un lado viene implementada por el desarrollo de nuevos dispositivos de captación visual y por otro por la ingente proliferación de cámaras –ya sea como aparatos autónomos o incorporadas a teléfonos móviles, webcams y artilugios de vigilancia. Esto nos sumerge en un mundo saturado de imágenes: vivimos en la imagen, y la imagen nos vive y nos hace vivir. Ya en los años sesenta Marshall McLuhan vaticinó el papel preponderante de los mass media y propuso la iconosfera como modelo de aldea global. La diferencia es que en la actualidad hemos culminado un proceso de secularización de la experiencia visual: la imagen deja de ser dominio de magos, artistas, especialistas oprofesionales al servicio de poderes centralizados.  Hoy todos producimos imágenes espontáneamente como una forma natural de relacionarnos con los demás, la postfotografía se erige en un nuevo lenguaje universal.

Periferias de la imagen
Al intentar analizar el actual estatuto de la imagen hay que atender en primer lugar a los horizontes de investigaciones científicas avanzadas que exploran ya los mecanismos perceptivos lindando la ciencia-
ficción. A nuestros padres un simple transplante de córnea les hubiese parecido pura fantasía. Hoy la  nanotecnología permite el implante de diminutos telescopios oculares que reducen los superpoderes de Clark Kent a un simple complemento fashion de la Señorita Pepis (www.visioncareinc.net/technology). O posibilita también que un artista iraquí y profesor de fotografía en la New York University llamado Wafaa Bilal se haga insertar quirúrgicamente una microcámara en la parte posterior del cráneo para fotografiar a diestro y siniestro (no es trola aunque lo parezca, puede comprobarse en wafaabilal.com/). No colmados con patrocinar la camiseta del Barça, el proyecto también ha sido comisionado por instituciones gubernamentales de Qatar para su première en el nuevo museo de Doha, Mathaf-Museo Árabe de Arte Moderno. La idea es que la encefalocámara de Bilal se dispare a intervalos regulares de un minuto y las imágenes puedan ser visionadas en tiempo real por streamingdesde los monitores del museo: ¿No les suena un poco al rollo que se llevaban Romy Schneider y Harvey Keitel en La muerte en directo (1980) de Bertrand Tavernier?

Pero sin duda, para los profanos, las experiencias más alucinantes son las de centros high-tech com el CNS (Computational Neuroscience Laboratories) de Kyoto (www.cns.atr.jp/en/) cuyos departamentos de Computational Brain Imaging y Dynamic Brain Imaging andan sobre la pista de monitorizar la actividad mental a fin de extraer imágenes simples directamente del cerebro y proyectarlas sobre una pantalla. Frótense bien los ojos porque esto abriría un abanico de capacidades que sólo hemos visto en el cine fantástico: filmar con nuestros ojos, grabar nuestros sueños y visionarlos a la mañana siguiente en el televisor, codificar las emociones a fin de traducirlas en imágenes, o acceder simultáneamente a la percepción visual de otro. La revista especializada Neuron (Vol. 60, nº 5, 11/12/2008) publicó un monográfico sobre el tema con el título de Visual Image Reconstruction from Human Brain Activity. Películas como Minority Report (2002), de Steven Spielberg, o Inception (2010), de Christopher Nolan, parecerán pronto un juego de niños.

El reto que a la vuelta de la esquina aguarda pues a una consideración holística de la imagen no puede contentarse con el trasvase ontológico que produce la sustitución de la plata por el silicio y de los granos de haluro por los píxeles. Difuminados completamente los confines y las categorías, la cuestión de la imagen postfotográfica rebasa un análisis circunscrito a un mosaico de píxeles que nos remite a una representación gráfica de carácter escritural. Ampliemos el enfoque a una perspectiva sociológica y advirtamos con qué acomodo la postfotografía habita internet y sus portales, es decir, las interficies que hoy nos conectan al mundo y vehiculizan buena parte de nuestra actividad. Lo crucial no es que la fotografía se desmaterialice convertida en bits de información sino cómo esos bits de información propician su transmisión y circulación vertiginosa. Google, Yahoo, Wikipedia, YouTube, Flickr, Facebook, MySpace, Second Life, eBay, PayPal, Skype, etcétera. han cambiado nuestras vidas y la vida de la fotografía. De hecho, la postfotografía no es más que la fotografía adaptada a nuestra vida on line. Un contexto en el que, como en el ancien régime de la imagen, caben nuevos usos vernaculares y funcionales frente a otros artísticos y críticos. Hablemos de éstos últimos.

Decálogo posfotográfico
¿Cómo opera la creación radical postfotográfica? Esta sería una propuesta plausible expresada de forma tan sumaria como tajante:

 Sobre el papel del artista: ya no se trata de producir obras sino de prescribir sentidos.

 Sobre la actuación del artista: el artista se confunde con el curador, con el coleccionista, el docente, el historiador del arte, el teórico... (cualquier faceta en el arte es camaleónicamente autoral).

 En la responsabilidad del artista: se impone una ecología de lo visual que penalizará la saturación y alentará el reciclaje.

 En la función de las imágenes: prevalece la circulación y gestión de la imagen sobre el contenido de la imagen.

 En la filosofía del arte: se deslegitiman los discursos de originalidad y se normalizan las prácticas apropiacionistas.

 En la dialéctica del sujeto: el autor se camufla o está en las nubes (para reformular los modelos de autoría: coautoría, creación colaborativa, interactividad, anonimatos estratégicos y obras huérfanas).

 En la dialéctica de lo social: superación de las tensiones entre lo privado y lo público.

 En el horizonte del arte: se dará más juego a los aspectos lúdicos en detrimento de un arte  hegemónico que ha hecho de la anhedonia (lo solemne + lo aburrido) su bandera.

 En la experiencia del arte: se privilegian prácticas de creación que nos habituarán a la desposesión: compartir es mejor que poseer.

10º En la política del arte: no rendirse al glamur y al consumo para inscribirse en la acción de agitar conciencias. En un momento en que prepondera un arte convertido en mero género de la cultura, obcecado en la producción de mercancías artísticas y que se rige por las leyes del mercado y la industria del entretenimiento, puede estar bien sacarlo de debajo de los focos y de encima de las alfombras rojas para devolverlo a las trincheras.