“La publicidad nos hace desear coches y ropas, tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos. Somos los hijos malditos de la historia, desarraigados y sin objetivos.No hemos sufrido una gran guerra, ni una depresión. Nuestra guerra es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida.Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seriamos millonarios, dioses del cine o estrellas del rock, pero no lo seremos y poco a poco lo entendemos, lo que hace que estemos muy cabreados.”… advertía Tyler Durden en la película “Fight Club”.
La vida real se parece cada vez más a esos universos apocalípticos que nos muestran las películas. Y si no la realidad, al menos su publicidad.
El esclarecedor libro “No Logo: el poder de las marcas” de Naomi Klein nos ofrece un preocupante panorama sobre qué son las marcas y cómo funcionan en realidad.
El marketing es el hermano malo de la psicología. Nos estudia no para ayudarnos y mejorarnos sino, por encargo de una empresa, para ver nuestras debilidades emocionales y cognitivas para convertirnos en consumistas. Podemos asegurar que el marketing es la ciencia en la que más dinero se invierte… es la ciencia más “rentable”.
Este libro se basa en una hipótesis sencilla: a medida que los secretos que yacen detrás de la red mundial de las marcas sean conocidos por una cantidad cada vez mayor de personas, su exasperación provocará la gran conmoción política del futuro, que consistirá en una vasta ola de rechazo frontal a las empresas transnacionales, y especialmente a aquellas cuyas marcas son más conocidas.
A priori, no tienen nada de malo las marcas, simplemente son el nombre comercial de un determinado producto al que nosotros asociamos una serie de características. La peligrosa es la marca de pertenencia, es decir, cuando la marca se asocia a un determinado grupo, a una forma de ser, cuando suple una carencia personal o social.
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